Pintura acrílica sobre madera: Guacamaya Azul





Quiero compartir en esta ocasión el relato del proceso creativo de una obra física que también encierra una evolución espiritual, por lo cual abro este post con la siguiente pregunta: ¿hasta dónde quieres volar?

Esta guacamaya de madera coloreada con pinturas acrílicas es el resultado de muchas expectativas, dificultades, inquietudes, dudas, sueños, determinación y especialmente amor.

Nació en algún lugar próximo a Punta Cana, de la mano de un extraordinario artesano local, de esos que son capaces de tomar un palo recién cortado y tallar a punta de machete formas como esta guacamaya en minutos. Cada golpe guiado por el genio parece espontáneo, natural, pero es certero, como si no fuera posible equivocarse. Y no es que busque la perfección, ni imitar a la naturaleza de forma detallada, sino que la interpreta, la expresa de forma personal y única.

Luego, este artesano suele pintarla con la misma habilidad con la que es capaz de tallarla. Así como tuve la oportunidad de ver como daba forma a una guacamaya muy similar a la que describo acá, disfruté inmensamente cómo daba vida a través del color a otra pieza más pequeña y que puedes ver a continuación. El proceso no duró más de 10 minutos, y fue una experiencia que me maravilló por la destreza del artesano que además personaliza sus herramientas para plasmar su arte. Finalmente, y para mi sorpresa, me obsequió esa pieza tan especial.

La fantástica obra del artesano local.


Los artesanos de República Dominicana hacen estas aves para que los turistas puedan llevarlas como recuerdo de la isla, y se encuentran de diversas formas y tamaños en los mercados artesanales entre una variedad de otros artículos propios de la cultura local.

Mercado artesanal en la Zona Colonial de Santo Domingo.

El proceso creativo.

Este proyecto de la Guacamaya Azul empieza como un experimento sugerido por alguien que, con mucha fe en el talento que Dios me ha dado, me pide que pinte mi propia versión de esta ave. Estaba pintando en ese momento el mural de colibríes con pintura acrílica, así que por qué no pintar también una guacamaya en madera como una exploración para futuros desafíos. Me encantó la idea, así que tomé esta pieza de 82 cm de largo y me la llevé a casa, en Santo Domingo. Era diciembre de 2016.

Primeramente, la lijé para suavizar las formas, apliqué mastique para sellar algunas imperfecciones, y la volví a lijar… varias veces. Enero de 2017.

Algo que me fascina, son los dibujos que crea la misma naturaleza en la madera a medida que el árbol crece, y me costó decidirme a fondear toda la pieza de madera con pintura acrílica tapando ese diseño único que ya venía plasmado. Sin embargo, era necesario cubrir toda la superficie ya que en algunas áreas se apreciaba el mastique para sellar, y prevaleció el criterio de aplicar una técnica uniforme para pintarla.

La guacamaya es una formidable ave característica del clima tropical, y está presente tanto en Venezuela –mi país natal- como en República Dominicana -donde vivo desde hace 3 años-. Usualmente se la ve con plumaje de color rojo-azul-amarillo-verde (Ara Macao), pero también azul-amarillo-verde (Ara Ararauna) que es la que he querido representar.

Tuve muchas dudas acerca de cómo pintarla y la apariencia que podía llegar a tener. En algún momento pensé en hacerla con muchos detalles para que pareciera natural –salvando las distancias, claro-, o con formas geométricas y colores planos, fondearla en acrílico y hacer los detalles de las plumas con lápices de colores, que tuviera una textura suave al tacto… 

La pinté como 4 veces, lijándola entre cada una porque no me gustaba el resultado. Y me rendí…, por el momento. Abril de 2017.

Hasta aquí llegué en abril de 2017...


Una amiga a quien aprecio mucho me dijo un día: “deberías tomar un proyecto y trabajarlo por largo tiempo, hacer un poco, dejarlo, avanzar otro poco, y así… de manera que al final se convirtiera en una obra muy especial”. Y pienso que esta guacamaya ES ese proyecto.

La Guacamaya Azul representa para mí muchas cosas, aunque no la hice para mí. Sin embargo, en ella se encuentra plasmada mi evolución a través de 3 años de reinventarme, cambiar creencias, definir objetivos, asumir nuevas actitudes, y soltar, dejar ir.

Así como tenía dudas acerca de lo que quería lograr con ella, también tenía muchísimas dudas en relación a lo que yo quería lograr como persona y como artista. 

Y en ese espacio de más de 2 años que la dejé envuelta esperando, ocurrieron muchas cosas dentro de mí, pero cada vez que recordaba ese proyecto pendiente surgía el miedo a dejarlo sin terminar, inconcluso, y esa posibilidad me aterraba -detesto dejar las cosas así-, pero sentía que no era el momento aún de retomarlo, y no quería enfrentarme nuevamente a otro fracaso de pintar y lijar otra vez, desperdiciando tiempo y pintura.

Y llegó el momento en que sentí que era tiempo de cerrar un ciclo... Agosto de 2019.

Aquí vamos de nuevo :-)

Ya no busco la perfección del resultado, sino disfrutar la experiencia de crear y que la obra transmita esa espontaneidad, esa vibración, esa energía, esa vitalidad.

No son los detalles, sino el conjunto de trazos y colores que percibes; es un concepto, una sensación, en vez de ser una representación hiperrealista de la naturaleza; porque, aunque decidiera intentar imitar su belleza, jamás podría igualar la gracia y perfección de la obra del diseñador máximo, el Creador.



Esta vez el proceso fluyó, mientras mi mente se llenaba de pensamientos distintos a los que tenía cuando comencé, nuevas expectativas, y más amor. 

Mientras el intenso calor secaba rápidamente mis pinturas por lo que tenía que trabajar velozmente, me dejaba ir a través de los trazos espontáneos, sin calcular demasiado, sometiendo la razón al corazón.



Así terminó de cobrar vida la Guacamaya Azul.

Y recibió su baño de barniz sellador al día siguiente. 6 de septiembre de 2019.

La guacamaya azul terminada.


Fui feliz… se fue el miedo a no terminarla y ahora representa una lucha interna ganada.

Entonces reafirmé mi convicción de que sí se pueden hacer las obras, con la ayuda de Dios, en el momento justo, ni antes ni después. Porque su plan es mejor que el nuestro.

La sesión de fotos...

Para tomar la foto que encabeza esta entrada, nos fuimos en familia a la Quinta Dominica en la Zona Colonial de Santo Domingo, con un bello jardín que parece suspendido en el tiempo. Qué mejor lugar para retratar a esta guacamaya originaria de un árbol dominicano, tallada por un genial artesano local y pintada aquí por una venezolana que ama la naturaleza, admira a estas aves preciosamente diseñadas por Dios y que para mí son otro símbolo del Caribe que amo también perdidamente.

A partir de aquí surgen algunas anécdotas simpáticas…

Mientras estábamos en el jardín de la Quinta Dominica tomando fotos, llega una chica –como otros visitantes de este centro cultural- y desde unos 15 metros nos observa con la guacamaya. Terminamos y yo envuelvo la pieza para retirarnos. Entonces cuando vamos hacia la salida, la chica nos pide ver la guacamaya, y con gusto la desenvuelvo para que la vea. Ella sonríe y nos dice que había pensado que era de verdad.

Esa misma tarde, mi esposo y yo ponemos algunas fotos con la guacamaya en nuestras redes sociales. Varias de nuestras amistades al principio pensaron también que era real.

En algunas fotos que tomamos con una pequeña fuente en la pared del fondo, se pueden ver varios pajaritos bañándose en el agua. Es una visión deliciosa, inspiradora, tanto como la experiencia de estar un momento en calma sentado en ese jardín.

En el jardín de la Quinta Dominica
(Shhh... mira el pajarito detrás de mí, en la fuente).


El mensaje...

Ahora, vuelvo al principio: ¿hasta dónde quieres volar?

Soy una creyente de que Dios nos ha bendecido con dones específicos y que gracias a Él podemos tener oportunidades para desarrollarlos y vivir experiencias que a la larga nos ayudan a perfeccionarnos para cumplir con nuestra misión de vida, que -y esto es una condición fundamental- debe estar alineada con su propósito para con cada uno de nosotros. Comprender esto, para mí es liberador.

Es un compromiso, pero también me libera de las cadenas que nos permitimos para vivir vidas convencionales y a menudo quedarnos en esa zona de confort, evitando arriesgarnos y perdiéndonos de lograr cosas sorprendentes.

Cuando decido poner al servicio de la obra del Señor mis capacidades y hacer cada cosa con amor, el resultado es mucho más poderoso. 

Por ello, te invito a mirar dentro de ti, a encontrar esa conexión entre aquello que amas hacer, tus dones, lo que has aprendido, cómo sientes que servir a otros podría hacerte feliz, y lo que Dios espera de ti.

Y para cerrar te dejo un mensaje, una promesa, que recibimos de Dios a través de su palabra: “…pero los que esperan en el SEÑOR renovarán sus fuerzas; se remontarán con alas como las águilas, correrán y no se cansarán, caminarán y no se fatigarán.” (Isaías 40:31).

Tal vez la Guacamaya Azul no abrirá las alas y alzará el vuelo, pero tú sí puedes hacerlo si te lo permites. ¿Hasta dónde quieres volar?

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